En muchas ocasiones he vociferado en redes sociales mi poco agrado a este compromiso social y es que muchas parejas se lo toman a la ligera como si fuese una gracia, cosa que no apruebo. No soy una mujer ilusa ni niña-niña, tampoco era ni soy de las que necesitan tener una persona a la pata, soy más bien solitaria y era hasta desconfiada para esas cosas, pero ninguna de esas es la razón real para mis comentarios hacia los que decidían dar el paso de legalizar su situación de pareja, mi razón principal es muy sencilla y está directamente relacionada a mi propia experiencia en el tema.
Ahora que tengo esta invitación de dos personas que aprecio mucho, no puedo más que pensar en lo egoísta que he sido al comparar todos esos compromisos con el mío, amen de no dejar atrás esa experiencia, sacarla de mi cabeza para seguir adelante. Solo porque yo no tuve un final feliz quiere decir que otros tendrán un final igual. Hay muchas malas historias en el negocio de vivir matrimoniado con otra persona, pero así mismo no me he permitido ver y reconocer que por cada historia de terror hay muchas que valen la pena, inspiran y son ejemplos para otros. Ninguna es perfecta, idílica ni libre de escollos, pero todas son desavenencias normales en la convivencia de dos seres diferentes cada uno con sus mañas y locuras. Al final el éxito creo es reconocer esas diferencias, querer realmente estar casado con esa la otra persona, comunicarse, perdonar y meterle mucha pero mucha voluntad.
Regresando a mi dilema interno desatado por la invitación, estas cosas me recuerdan inevitablemente que hay muchos que al ser divorciado te dicen muy campantes en tu cara cosas atrevidas como que “eso te pasó por que no elegiste bien a tu pareja”, “es tu culpa por no haber cuidado de la persona en cuestión” (que machista esa frase), “seguramente eras una tonta que no vio las señales de X, Y o Z de esa persona”, y muchas otras frases mil veces más duras, egoístas y llenas de desconocimiento que las que podría incluso yo decir sobre una situación de la que desconocen toda la historia y de la que, como buenos humanos, ahora se creen más expertos que cualquiera. La verdad que para ver más “señales” habría necesitado no solo de una bola de cristal si no de los servicios de un detective privado como mínimo. Dudo que muchos hayan aplicado eso antes de unirse con sus respectivas parejas, por favor, así que no, no se las crean que a cualquiera le habría podido caer el balde de agua igual que como me cayó un día a mí con mi matrimonio. Me tocaba pasar por esta lección de vida, ahora lo entiendo y lo acepto para mí como parte de mi proceso de duelo para seguir adelante. “Mi lección de vida”, esa frase es la clave junto a “seguir adelante” y son ahora mis estandartes de recuperación.
Al final cada uno tiene su propia experiencia, es distinta y única para cada persona y, en este caso, cada pareja debe arriesgarse, no queda de otra, para formar un hogar. Debo dejar de proyectar mi experiencia en otros, debo dejar de culparme por lo que me pasó pero sobre todo debo dejarme disfrutar la felicidad de los demás sin pensar que todo acabará mal o en tragedia. Eso es ser tan maluco y egoísta como los sabelotodo que insinúan cosas de mi divorcio y yo no quiero ser como ellos, no quiero con mis miedos decretar el mal a nadie.
¿Qué me depara mi siguiente lección de vida? Ni idea, capaz ya está en pleno proceso, hay que ver.
¿Cómo será para mí el “seguir adelante”? No lo sé.
Algo si sé y es que mi “seguir adelante”, no será nunca más haciendo nada por presión social como volver a casarme, buscar otra pareja, etc. Eso llega si te toca, uno no debe buscarlo ni forzarlo solo porque parezca una buena opción o por no quedarse disque solo. Será estar dedicada a criar y compartir cada día con mi hija, ella me necesita ahora mucho y yo a ella. Será viviendo un día a la vez con lo que traiga bueno o malo. Será viviendo experiencias hermosas con mi familia y amigos haciendo las cosas que me apasionan como leer, escribir, viajar y estudiar. En fin, será sonriendo y bromeando como lo hacía antes de todo esto cada día espero con menos tristeza en el corazón. Con toda esa nube negra auto impuesta había olvidado cuanto me gustaban las bodas y cuanto disfruté de la mía y, con algo de nostalgia, admito que la verdad fue muy hermosa. Reconocerlo es parte también de soltar y para seguir adelante.
Ahora pues los dejo que debo prepararme para ir a celebrar en grande este evento tan feliz, debo arreglar ropa, zapatos, elegir peinado y todo eso. Es muy alentador ver que a pesar de todo, dos personas deciden dar el paso de caminar en sus respectivas compañías apostando a una vida juntos. Quien diría cuantas cosas se remueven para algunos con una cosa tan sencilla como una invitación de bodas.