Es algo común encontrar entre diagnosticados tardíos muchos que hemos sido tratados de forma que nos confunde si hacemos bien o mal las cosas, quienes realmente somos y qué queremos de nosotros mismos. Ninguna familia es perfecta, sin embargo, que un adulto autista esté mejor preparado para el día a día que otro u otra persona depende muchísimo de su entorno familiar porque de ahí radica su noción del mundo e interacciones con él.
Cuando era niña todo era bueno y fabuloso, pero luego al hacerme adulta ese trato cambió y, aunque muchas veces seguía buscando aprobación para lo que lograba y hacia, cada vez ese halo de fabulosidad iba desapareciendo. Para mí era y es doloroso y confuso ¿por qué ser así con alguien y luego ya no? Sigo siendo yo, la misma, la que hacia todo bien y fantástico… ¿qué cambió? ¿Solo porque crecí cambio?
Al nacer mi hija las cosas se pusieron peor, en ese momento mi abuela vivía al lado mío y me ayudaba a cuidar a mi hija mientras yo trabajaba. Cabe mencionar que elegí cambiarme a un trabajo desde la casa en cuanto pude para estar pendiente de mi bebé. Yo nunca tuve ni quise ayuda en las noches tampoco, elegí hacer todo sola. Aunque trabajaba, atendía a la nena y me levantaba exhausta, nada de esto aparentemente no era suficiente para mi abuela quien, desde el día 1 luego de haber sido una abuela consentidora conmigo (y en sus años mozos no haber estado con sus hijas trabajando claro, dando casi la vuelta al reloj por ser viuda), me pasó al plano de ser casi la peor enemiga para mi hija. Yo no entendía nada, pero me dolía mucho pues siendo autista no entendía este cambio conmigo y aun quería seguir buscando su aprobación inconscientemente.
Pasaron los años y mi hija entró al colegio, yo adoraba la escuela así que todo o que le compraba o mandaba a la escuela lo elegía emocionada para ella. Ya estando más grande, en Primaria en esa escuela les entregan a todos los chicos un cuaderno de comunicaciones donde se colocan notas de las maestras, envía uno las suyas, notas medicas, etc. Al ser un cuaderno de este tipo no era tan de buena calidad, la tapa era de cartulina porosa y encima blanco con los diseños en solo líneas, receta para que se dañara rapidísimo por el uso y abuso. Como todos sus demás útiles y cuadernos, lo forré enseguida solo con papel contacto transparente, todos sus cuadernos llevaban diseños impresos este no para distinguirlo. Para terminar le puse de las etiquetas que le hacia personalizadas a mi hija y le escribí su nombre y grado también en la tapa interna y primera hoja.
Una tarde mi hija llegó de la escuela y sin querer le habían puesto en su mochila el cuaderno de ella y el de otra niña. Sacando el cuaderno delante de mi abuela vi el otro que no era de ella y lo saqué para ver de quien era. El cuaderno no estaba forrado, las tapas estaban ya obviamente sucias, dobladas y hasta rotas. El nombre de la niña estaba escrito de mala gana delante con una pluma que se notaba no tenía buena tinta y las páginas no tenían casi nada escrito ni firmado de la mamá. Sostuve el cuaderno en mi mano unos minutos viendo aquella cosa, triste que alguien fuese así de poco importa con su propia hija y niña, se lo extendí a mi abuela y le dije: y ahora ¿qué me dices de esto? Me vas a seguir diciendo que no atiendo bien a mi hija, mira lo bien que hacen los demás padres! Y si, ella pensó primero que ese cuaderno feo era el de mi hija. Por un buen tiempo no me siguió hiriendo con sus comentarios pero la costumbre se hace ley y encontró otras formas de hacerme sentir mal.
Con el tiempo he seguido confiando cada vez más en mis instintos y no dudar si hago bien o mal siempre que no me dañe mi decisión o a mi hija. Yo sé que hago lo mejor que puedo por ella porque la amo y es lo que importa, los demás no tienen derecho a opinión alguna porque no saben lo que tú vives día a día. Ver aquel cuaderno feo para alguien tan literal autista como yo fue una confirmación visual de lo que mi cabeza ya sabía, “lo haces bien no te auto maltrates”, y así he seguido hasta hoy día que mi hija se ha convertido en una adolescente.
Las palabras y comentarios malintencionados hieren y confunden a cualquiera, peor a un autista. Ustedes, su familia, son la primera línea de apoyo por eso deben ser más cuidadosos en lo que les dicen y como se lo dicen, y aunque no sean autistas a quienes les hablan, también sean cuidadosos con lo que se dice.
Si no tienes nada bueno que decir a alguien, mejor quedarse en silencio.